Laura Zumin
Laura Alba Rosa
- Laura Alba Rosa llegó al mundo bajo un bombardeo nazi en la ciudad de Pordenone. Su nombre surge del color rojo del amanecer que la vio nacer. La literatura de Chéjov, la música rock and roll, su amor por la enseñanza y sus pies inquietos por conocer mundo, la convirtieron en una mujer culta, independiente y de armas tomar. Con tan solo 24 años se instalaba en Barcelona para iniciar una nueva etapa con Luis, el amor de su vida. Y en aquella nueva tierra a la que pronto llamaría hogar, Laura iniciaría una intensa y comprometida lucha política en la que reivindicaría con determinación y orgullo el color que llevaba por nombre.
- Me llamo Laura Alba Rosa porque mi madre quiso recordar el cielo rojo bajo el que nací. Llegué al mundo un 8 de abril de 1943 en el hospital Comunal, en la pequeña ciudad italiana de Pordenone, y junto a aquella luz rojiza que acompañaba mis primeras horas de vida, caían sobre nosotros bombas del ejército nazi. Aquella tormenta era diferente a las que vería más adelante, pues esta no alimentaba la tierra con lluvia, sino que la consumía entre llamas y odio. Toda Italia había caído en manos del Führer, pero yo, con los ojos todavía por abrir y los pies pequeños y torpes, dormía sobre la piel cálida de mi madre, ajena a la guerra y a lo mucho que vería y me quedaba por caminar.
- Soy una mujer muy independiente, me he acostumbrado a vivir por mi cuenta y a no depender de nadie para dar un paso. Como todo ser con alma y unos cuantos disgustos encima, he necesitado de los hombros de los que más quiero cuando el mundo parecía deformarse y convertirse en un lugar hostil y frío. Pero mi vida ha seguido mis reglas y decisiones y, aunque no tenga miedo a contar con los demás, he aprendido que lo importante es saber caminar sola. Ahora, el lado izquierdo de mi cuerpo está dormido. No sé caminar sin ayuda, no puedo levantarme sin unas manos delante y no hay plato en la mesa sin alguien que lo cocine. Hace casi dos años que sufrí un ictus que me dejó sin aquellos zapatos con los que había estado caminando toda la vida. Hoy voy descalza, viendo los zapatos de otros, esperando un día volverme a encontrar con los míos.
- Era pequeña cuando el fascismo de Mussolini se asentaba sobre Italia y el ejército de Hitler invadía nuestro país. Durante aquella época, muchos italianos huían de sus hogares para escapar de los nazis y se escondían en casas de campesinos, quienes también marchaban buscando refugio. Aunque por aquel entonces no levantaba más de un palmo del suelo, recuerdo el día en el que tuvimos que dejar nuestro hogar. Mi padre y Olga, nuestra ayudante en casa, alquilaron un carretón con un caballo en el que colocaron unos cuantos colchones en el fondo y nos pusieron encima a mi hermano mayor Franco y a mí junto con algunos juguetes. Mi padre tiraba del carro y Olga le ayudaba empujando desde atrás. Mi madre, por su lado, colaboraba en lo que podía, pero sobre todo se ocupaba de vigilar que mi hermano y yo estuviéramos bien durante el camino.
- Estoy de luto. No solo por aquel 20 de marzo de 2018, fecha en la que perdí a mi amado marido Luis. Estoy de luto por mí misma, por la Laura que fui antes de aquel 18 de noviembre de 2018. Aquel día me disponía a subir a una escalera para buscar un libro que recordaba haber visto en lo alto de la estantería y, como si me hubieran apagado con un botón, caí al suelo. Jordi y Sandro, alarmados al ver que no contestaba al teléfono, se presentaron en casa y me encontraron tirada en el suelo, sin conocimiento. Me desperté en la ambulancia. No entendía qué era lo que había ocurrido y cómo había acabado allí metida. El miedo se hacía con el control de mi cuerpo, me golpeaba a cada curva del vehículo, pero aquel temor llegó a su punto más álgido cuando entramos al hospital. El médico me comentó que había sufrido un ictus severo. No tuve tiempo de digerir aquello, enseguida me metieron en quirófano para quitarme el coágulo de sangre que tenía en el cerebro. La operación no fue bien: he perdido movilidad en todo mi cuerpo y tengo la mitad izquierda paralizada. Aquel día aprendí que la vida es como un campo minado. En cualquier momento, todo puede saltar por los aires y convertirse en cenizas.