El trabajo de Memorias Ediciones consiste en mirar atrás, escudriñar en el pasado, revolver en el baúl de los recuerdos, abrir las cajas del desván y levantar las tapaderas de las ollas que no suelen, o no quieren destaparse por los motivos que sea… Y yo, fascinada por la memoria, siempre le estoy dando vueltas al hecho de recordar. Cada vez entro, invariablemente en un juego de espejos donde cada espejo es un plano temporal que refleja a otro. Es el juego del tiempo:
La palabra “Atrás” no aparece en la parte ideológica del Julio Casares pero propone “Posterioridad” como palabra asociada y, dentro de ella, palabras tan sugestivas y dispares en el plano temporal como “Atraso, Reverso, Retaguardia, Porvenir, Continuación, Futuro, Heredero”… Es el juego del tiempo.
El juego del tiempo de la memoria
Inmersos de pleno en las triquiñuelas del juego, el ejercicio de la memoria suele rescatar y traer el presente como argumento discursivo, como material de construcción de una narración que mira atrás para reflexionar sobre el paso del tiempo y sobre el presente. La memoria es el mejor espejo para el análisis vital que suele acompañar a los que quieren, necesitan, sueñan escribir sobre sus experiencias vitales y, al fin, degustarlas en el presente para digerirlas, mirar con perspectiva y enriquecerse.
Sentados en el trono de la perspectiva y guiados solamente por el radar de la memoria, escribir un libro de memorias, o una autobiografía, solamente puede ser un juego libre, sin cotillas, sin imposiciones temporales rígidas, incluso sin estilo predeterminado y teniendo muy en cuenta que, según el momento de la vida, los hechos cambian continuamente, desde todos los puntos de vista y de todas sus cualidades.
Por algo dice así Doris Lessing en su magnífica Autobiografía:
“Las propias opiniones sobre nuestras vidas cambian todo el tiempo, difieren a edades diferentes. Si yo hubiera escrito un relato sobre mí a los veinte años, habría sido un documento beligerante y combativo. A los treinta, confiado y optimista. A los cuarenta, repleto de culpa y justificaciones. A los cincuenta, confuso e inseguro. Pero a los sesenta y más allá aparece algo nuevo: comienzas a ver tu primer yo a una gran distancia. Cuando eres capaz de regresar a los diez años, a los veinte, a cualquier edad que desees, ves a esa niña, a esa joven mujer, como alguien casi distinto. Te alejas volando de lo personal. Has recibido ese gran regalo que da hacerse mayor: objetividad, impersonalidad.»
Este es su punto de vista y el de cada cual es distinto, y variable. De nuevo reivindico esa libertad necesaria al recordar, al mirar atrás para rebotar contra el porvenir… ¿Quién quiere someter y ordenar la memoria, esa cosa más fascinante que la historia?
Rosa Serra
Periodista, guionista y biógrafa. Directora de Memorias Ediciones.