Cuando usamos la expresión “En la punta de la lengua” alguna cosa se nos quiere escapar de la memoria.
Luis Buñuel no era hombre de pluma, según dice él mismo al inicio de sus memorias. Las conversaciones con su amigo, actor, guionista y colaborador habitual en sus películas, Jean Claude Carrière, dieron lugar a la escritura de su libro de memorias, que lleva por título Mi último suspiro.
Además de recomendarlo fervientemente, destacamos la introducción, Memoria, dos páginas en recuerdo de su madre y un alegato a los fenómenos de la memoria y de la desmemoria, de las cuales extraemos algún fragmento:
“Pero a medida que van pasando los años, esta memoria, en un tiempo desdeñada, se nos hace más y más preciosa. Insensiblemente, van amontonándose los recuerdos y un día, de pronto, buscamos en vano el nombre de un amigo o de un pariente. Se nos ha olvidado.” (…)
“Ante este olvido, y los otros olvidos que no tardarán en llegar, empezamos a comprender y reconocer la importancia de la memoria.” (…)
“Hay que haber empezado a perder la memoria, aunque sea sólo a retazos, para darse cuenta de que esta memoria es lo que constituye toda nuestra vida.” (…)
“La memoria, indispensable y prtentosa, es también frágil y vulnerable. No está amenazada sólo por el olvido, su viejo enemigo, sino también por los falsos recuerdos que van invadiéndola día tras día.”
(…) “el retrato que presento es el mío, con mis convicciones, mis vacilaciones, mis reiteraciones y mis lagunas, con mis verdades y mis mentiras, en una palabra: mi memoria.”