Artículo de Javier Muñoz Pascual
Antes incluso del fatídico 11/09/2001 que abría la brecha que señalaba el verdadero fin del siglo XX y el inicio del XXI, el filósofo Zygmunt Bauman ya había acuñado el término que tan justamente describe nuestra época: la modernidad líquida. Nuestro entorno es cada vez menos estable o, para seguir con la certera adjetivación del ensayista polaco, menos sólido. El entorno laboral, familiar, el lugar de residencia, son cada vez realidades menos duraderas, por no hablar de la pérdida de otros referentes.
Lo cierto es que inmerso en un entorno en constante cambio, el sujeto ha de hacerse con una identidad flexible y versátil que le permita hacer frente a las sucesivas mutaciones. De todo ello saben bien nuestros jóvenes, también los ingenieros, obligados en los últimos años a marcharse fuera de España para poder ejercer la profesión.
Viene esta reflexión a cuento de un proyecto que he conocido hace poco, y es una editorial de nuevo cuño y nuevo perfil: Memorias Ediciones, dedicada a la redacción y edición de memorias y biografías de particulares. Y viene a colación en un doble sentido. Primero, porque aunque en un ámbito profesional totalmente ajeno al nuestro, pone de manifiesto el espíritu innovador de periodistas, filólogos, historiadores y editores que, a la vista de la crisis del sector de la prensa y editorial, tratan de encontrar un nuevo nicho de mercado. Y, en segundo lugar, en relación con esa reflexión que les hacía más arriba en torno a la naturaleza líquida de nuestro presente y a la frágil identidad del individuo a la que da lugar.
En esa tesitura de individuos en constante construcción y adaptación, la memoria y, en particular, la memoria escrita, es decir, la que deja algún rastro físico, se me antoja como un anclaje fundamental, quizá el único posible. O mejor, el más plausible, puesto que es un nexo con quienes nos preceden pero que perfectamente podemos trasladar con nosotros. Es, de hecho, parte del material que nos ayuda a construirnos. Es, además, muestra de que, si bien estos tiempos son especialmente lábiles, cualquier vida, también en el pasado, está llena de quiebras y nuevos comienzos.
La escritura autobiográfica es una oportunidad para transmitir experiencia personal y profesional. Para conocerse y de ese modo conocer a los demás: tarea básica para quien va a tener alguna función al frente de equipos humanos, como bien saben quienes en universidades de referencia como el MIT incluyen la narrativa autobiográfica en el currículo académico de los futuros directivos de proyectos y empresas. Y, por supuesto, tanto para quien escribe sus memorias como para quien las recibe como legado, es la ocasión de compartir un fragmento de vida: una experiencia sin duda enriquecedora, curativa y emocionante.
Javier Muñoz Pascual es Ingeniero de Caminos, colegiado número 3383.
Jubilado desde el año 2006, desarrolló la mayor parte de su actividad profesional en Renfe, como responsable de mantenimiento de infraestructuras.