Àngel Ponsatí y Carme Bonadona
El alma de la fiesta
Los hijos nos hicieron este regalo el día de las bodas de oro. Nos hizo mucha ilusión saber que les gustaría tener nuestra humilde historia de vida en un libro. No podían haber escogido mejor día. Yo celebro la vida cada día, pero este día hicimos una fiesta muy especial y escuché que soy un hombre con suerte. El mundo ha cambiado mucho pero el amor que siento por Carme, la mujer que siempre ha estado a mi lado, no ha cambiado nada. A ella, la mujer con la que he compartido todo, a nuestra familia, comenzando por mis abuelos y acabando por los bisnietos que vendrán… ¡A la vida, dedico este libro!
No hace tantos años que todo era muy diferente. Crecí en una casa de campesino que no tenía luz eléctrica. Para ir a la escuela cruzaba el bosque cuatro veces al día. Cada mañana, con tan solo ocho años, tenía que caminar una hora para ir a llevar las lecheras al camión que recogía la leche que habían ordeñado de nuestras vacas. Todo lo que producíamos era para vender. El pan lo hacíamos en casa o teníamos que ir a comprarlo a otro pueblo, a una hora de camino. En Les Serres vivíamos pocos y no teníamos casi nada. Pero éramos todos bien avenidos y nos ayudábamos en todo. En cambio, ahora que todo el mundo tiene de todo ¡nadie no está contento con nada! En el pueblo trabajábamos casi todos como esclavos para el cacique local, que era como un negrero. De bien joven tuve claro que no quería pasarme toda la vida así, que quería salir de aquella rueda. Por eso digo: A quien le interesa de verdad aprender alguna cosa, se espabila, busca la manera, y la encuentra.